miércoles, 9 de mayo de 2012

Recuerdos de una vida (por Ángel Segovia)

Mi nombre es Ángel Segovia. Muchos de los que leáis este libro me conoceréis personalmente. Para los demás, quiero explicar cómo llegó mi familia a la Colonia Iberia en 1941.

Nuestros orígenes estaban en Villasequilla. La unidad familiar la componían el matrimonio y cuatro hijos. 


Yo nací en 1944 en la colonia, el mismo año que mi padre falleció. Quiero destacar el gran apoyo que en aquellos duros momentos nos brindaron a la familia tanto los vecinos como la empresa. 

Fue Don Antonio Villalón, por aquel entonces director de La Fábrica, quien contrató a mi madre como repasadora de sacos (que en aquella época eran de yute), y desde ese momento nuestro capital ha sido la lealtad y el trabajo.

La vida en la colonia era sencilla  pero nos sentíamos muy afortunados, porque disponíamos de más medios de los que había en cualquier pueblo de los alrededores. 



Teníamos economato, colegio, servicio médico, iglesia, cine, casino y, además, unas estupendas instalaciones deportivas.

Hasta los seis años estábamos al cuidado de nuestros mayores. Después entrábamos al colegio. Procurábamos ser aplicados para adquirir la formación adecuada que nos habría de permitir, a los catorce años, pasar a formar parte de la plantilla de La Fábrica.

De aquella época recuerdo especialmente el día de Reyes. Después de misa, íbamos al cine a recoger nuestro juguete y la entrada para la sesión de tarde. Después pasábamos al comedor, donde teníamos una comida extra por estar fuera de las fechas lectivas. Otro día importante era el de las Primeras Comuniones. Nos reuníamos todos en la Iglesia para acompañar a las familias celebrantes. Después nos obsequiaban con un desayuno, como requería la ocasión, a base de chocolate, bollos suizos y dulces, acompañados de la inevitable entrada para la sesión de cine.

¡Y cómo olvidar las Navidades! todos abríamos las puertas de nuestras casas para intercambiarnos visitas y agasajarnos con dulces y bebidas. Recuerdo la Misa del Gallo, con las rondas de villancicos y coplas, así como el tradicional baile de Fin de Año, con su sorteo de regalos incluido.

De los catorce a los dieciocho trabajábamos en La Fábrica para aprender el oficio que se nos había asignado al salir del colegio. En algunos casos, si el oficio lo requería, la formación se complementaba con estudios a distancia.

A partir de los dieciocho años, cuando ya teníamos consolidado el puesto de trabajo, podíamos compaginar el trabajo con el descanso. 

En nuestras horas de ocio disfrutábamos de actividades como el teatro, el cine, la televisión en el Casino, el coro, los deportes, etc. Tan bien lo pasábamos que llegamos a formar el Club Juvenil, para reunirnos más. Eran otros tiempos, y a veces nos costaba establecer una comunicación fluida entre chicos y chicas.

Los bailes fijos eran el 10 de mayo, el 18 de julio y el de Fin de Año, pero también organizábamos nosotros algún guateque que otro y el domingo, si no había plan, nos marchábamos a los pueblos de alrededor donde se celebraba baile.

No quisiera terminar sin enviar a todos los amigos y vecinos de la Colonia Iberia un fuerte abrazo. Gracias a todos por darme vuestra amistad y compañía.


  • Ángel Segovia
Extraído del libro "100 años de la Fábrica de Castillejo"
(puedes descargarlo desde aquí)

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